Primera vista judicial
El día de mi primera sesión judicial, el nerviosismo me invade por completo. Parece surrealista ir en coche al juzgado; mis manos agarran el volante con más firmeza de lo habitual. “Me sentiré bien”, me prometo, intentando regular mi respiración. Al entrar en la sala de reuniones, me invaden los recuerdos de todos los preparativos. Hay mucho en juego, pero rendirse no es una alternativa. Me siento en la silla, intentando mantener la calma.
Pintándome mal
Susan, junto con su abogado, presenta su caso, presentándome como una prostituta. “Sólo le interesa el dinero”, declara el abogado de Susan, señalándome directamente. Susan asiente enérgicamente con la cabeza, reforzando la historia. Permanezco allí, inmóvil, absorbiéndolo todo, decidida a no reaccionar. Es incómodo, pero esperado. Cuando llega mi turno, mantengo la calma, explicando nuestro caso con lógica y transparencia. Compartimos las pruebas, con la esperanza de desmontar sus acusaciones una a una.